Respecto a la terapia narrativa, una aproximación.
En varias ocasiones me he presentado como un terapeuta narrativo al momento de iniciar un proceso terapéutico. El artículo de hoy busca señalar las características generales de este modelo, así como su visión del cambio en el trabajo en la consulta.
Como eje central de la terapia está la noción de que nuestra identidad y quienes somos está estrechamente relacionado con la manera en que narramos la historia de nuestra vida. De esta forma, los modos en que nos presentamos y describimos nuestras relaciones, deseos, visión de futuro y conflictos resultan en un ejercicio continuo que nos va formando y reforzando quienes somos.
Así, la historia que contamos permite mantener una visión continua de uno mismo, permitiéndonos reconocernos y experimentar estabilidad a lo largo de la vida. Uno va respondiendo a las distintas experiencias, integrándolas y fortaleciendo nuestro relato.
Es en el momento en que distintas situaciones de la vida diaria no logran ser integradas de manera efectiva – crisis, pérdidas, problemas e hitos, entre otros – es cuando se genera una ruptura en la narración. Esta experiencia genera un alto grado de ansiedad, al tensionar nuestra identidad y sentido de continuidad, expresándose en distintos tipos de síntomas.
El objetivo final de la terapia narrativa es poder colaborar en la re-escritura, en un espacio protector y contenedor de las narraciones vitales, pudiendo ampliarlas y generar un mayor sentido de agencia, promoviendo la responsabilidad y visión de nuevos horizontes y posibilidades. De esta manera, acompañar al paciente en la integración de las experiencias difíciles para lograr la re-autoría de la propia vida.
Este proceso se logra a través de un ejercicio de análisis de la historia y buscando las distintas “tramas” asociados a ésta, las cuales abren perspectivas particulares. Aquí es donde se pueden encontrar los valores, deseos y visiones de futuro, tanto positivas como negativas. Será necesario para ir engrosando la narración el ir cuestionando y desarticulando visiones que restrinjan posibilidades (“soy despreciable”, “los hombres no lloran”, “siempre tengo que ser fuerte”, “no puedo mostrarme débil”, “todos están en mi contra”, “no puedo ser feliz”, etc.).
Finalmente, es importante destacar la externalización como técnica fundamental, donde se busca alejar la visión de sí mismo de la dificultad, lo que eterniza y perpetúa los problemas. La máxima sostenida por los terapeutas narrativos será el que “el problema es el problema, no la persona”, buscando generar un distanciamiento que permita el análisis de la situación actual, para facilitar la re-escrituray re-autoría de la propia vida.
La experiencia de lograr visualizar la trama y las creencias subyacentes a la historia van permitiendo desarrollar una manera distinta de visualizar la historia y, por consiguiente, a uno mismo. De esta manera, se promueve la libertad al lograr articular, en nuevas historias, una identidad más profunda y rica, que permita visualizar mayor apertura del futuro y responsabilización.