Dentro de las trayectorias de vida, vivenciamos diferentes experiencias que nos nutren y hacen crecer y que nos permiten orientarnos y adentrarnos en el desarrollo personal. Dentro de éstas, encontramos experiencias deseables, que nos gratifican y hacen sentir bien, despertando sentimientos de alegría, goce y satisfacción, esperando que la vida pudiera siempre ofrecer dichas vivencias, sin embargo en lo real, sucede otra cosa. Necesariamente hay momentos en que nos enfrentamos a situaciones difíciles que nos vulnerabilizan, a través de sentimientos como el miedo, la pena, la melancolía, la inseguridad, entre otras.
Entre las diferentes vivencias que puede experimentar un ser humano y que evocan diferentes estados emocionales y mentales, se encuentran las pérdidas y las micropérdidas, que nos sumergen en un proceso de duelo, y que no sólo se relacionan con la pérdida de un ser querido a propósito de su fallecimiento, ampliando así el duelo y la afectación emocional que conlleva, a muchas otras experiencias de la vida y las cuales es necesario atender y darles un espacio de elaboración, y darles una significancia consciente, integrándolas a nuestro ser. Es así como cambios de trabajo, de casa, separaciones, divorcios, enfermedades, diagnóstico de infertilidad, cambios de identidad sexual, cambios de visión, procesos de darse cuenta y también la muerte, pueden implicar un proceso de duelo, que pudiera necesitar de algún tipo de acompañamiento terapéutico, como la psicoterapia, ya sea en etapas tempranas y preventivas o bien cuando se ha estado vivenciando por mucho tiempo un etapa del duelo sin experiencia de avance, asociadas a mucho dolor y sufrimiento
Si bien no podríamos definir cuánto tiempo debe durar un proceso de duelo, sí existe cierto consenso en que las personas transitamos por diferentes etapas y la experiencia clínica muestra que en promedio, duelos de afectación emocional mayor, podrían prolongarse por un par de años, hasta lograr la integración y una nueva visión.
Cuando estamos vivenciando una experiencia de pérdida que nos afecta de manera significativa en nuestros estados emocionales y mentales, sintiendo una falta de equilibrio y estabilidad en nuestras formas comunes y cotidianas, probablemente estamos iniciando un duelo, que nos hará experimentar momentos de shock, como si la experiencia indeseada no nos estuviera ocurriendo, luego probablemente pasaremos a la negación, algo así como esto no me está pasando a mi o no lo puedo creer, para adentrarnos paulatinamente a sentimientos y estados de rabia e impotencia, para luego darle paso a la tristeza y posteriormente a la aceptación, ciclo que de ser mirado, podremos llegar a procesos de elaboración y finalmente de integración.
Esta mirada invita a darle paso al sufrimiento y la afectación emocional como parte de la vida y de la vida real y no ideal que muchas veces deseamos vivir, y pareciera que lo más satisfactorio será mirar este dolor, permitirle su existencia, para paulatinamente elaborar y como se ha planteado en este artículo, integrarlo a la existencia como una experiencia que dependiendo de cómo la abordemos nos entregará la oportunidad de crecer y llegar a estados de bienestar, que por cierto no son estáticos y definitivos, pero que sí nos nutren de nuevos recursos y miradas para afrontar nuevos desafíos de la vida. El movimiento es oportunidad de cambio y desarrollo, sólo depende de cómo lo transitemos y la significancia o Re significancia que le otorguemos.