TEA un diagnóstico de moda?

Definitivamente el espectro autista es el diagnóstico de moda, así como lo han sido otros antes. Si bien, desde hace un tiempo algunos de sus criterios diagnósticos, patrones y niveles trascendieron el discurso popular, pareciera que si existen dificultades sensoriales o relacionales se es candidato automático para un diagnóstico y no mucho más.
Como profesionales de la salud, los psicólogos usualmente somos interpelados, no solo por instituciones educacionales, para confirmar un diagnóstico. Muchas veces llegan informes sugiriendo un proceso terapéutico o alguna resolución que facilite algún proceso de adaptación.
Si bien existe un intento por no automatizar el uso de la etiqueta diagnóstica para precipitar procesos de desarrollo y, a su vez, han tomado fuerza cuestionamientos sobre su necesidad para poner en marcha la gestión de una estructura que de por sí debiera sostener la diversidad; este sobre uso del diagnóstico más allá de un contexto escolar pone sobre la mesa preguntas que no son nuevas y que marcan un dilema que pareciera ser un síntoma de nuestra época: hay que evitar todo tipo de detención, pareciera ser malo salirse de la norma y perder el tiempo es raro habiendo tanto por hacer.
A raíz de esto surgen ideas principalmente por la necesidad de un diagnóstico como eximición del mandato de adaptación, así como resguardo para la eventual falla a un mandato de productividad que sucederá tarde o temprano.
Más allá de una referencia a Byung-Chul Han con su rendimiento y su cansancio, quisiera poder pensar en otras ideas y que el discurso general también se apodere de algunos cuestionamientos al respecto. Cuestionamientos sobre la reiteración diagnóstica (sea cual sea), su profunda necesidad ya no solo en un ámbito académico formativo y, sobre todo, por nuestro rol frente a esto no solo como profesionales de la salud. Es inquietante la desaparición de la subjetividad en esta idea de que todos, cualquiera o nadie puede ser TEA y me pregunto ¿qué estamos pasando por alto?.
Es importante recordar que conflicto difiere de patología y que detenerse, como implica todo conflicto, tampoco puede ser patologizado. Personalmente no tengo muchas conclusiones al respecto, si bien creo que el diagnóstico inhabilita la pregunta sobre el conflicto que está a la base, también exime de hacer otras preguntas. Preguntas que hemos dejado de lado por aprovechar el furor del modelo médico que recibimos post pandemia (que tampoco es nuevo) y que dejan encapsulada una vertiente importante de nuestra labor. No por nada somos también ciencia social.