Una adicción es una enfermedad crónica y progresiva, que se traduce en la búsqueda persistente de alivio o gratificación, por medio del consumo de sustancias o patrones de conductas que generen este efecto. Lo que conlleva un deterioro tanto en la salud física, mental y en sus vínculos interpersonales. La adicción, es una condición que opera a nivel cerebral y de la conducta. Es importante entender que en el cerebro, existen estructuras neuronales que están involucradas con la experiencia del placer. Y una de las moléculas principales en la generación del estado de placer, relajación o felicidad, es el neurotransmisor dopamina. Cuando existen elevadas cantidades de dopamina en el cerebro, el sistema nervioso envía señales que se traducen, en lo que entendemos por placer o gratificación. El consumo de ciertas drogas, pueden generar una producción excesiva de dopamina, además de otras sustancias asociadas al sistema de recompensa en el cerebro. Este proceso ocurre a nivel de la química cerebral, y puede producir dependencia. Lo que significa, que posteriormente al efecto de placer o gratificación, se habrá generado una necesidad en el organismo de consumir aquella sustancia, para volver a experimentar la misma sensación. Sin embargo, el cerebro adquirirá tolerancia a la droga, disminuyendo así el efecto de esta. Por consiguiente, para conseguir el efecto inicial será necesaria una dosis superior. Este proceso ocurre en forma de retroalimentación positiva; lo que quiere decir, que en la medida que se consuma una cantidad de droga, el consumo irá progresivamente en aumento, a través del tiempo. Sobre esta base, podemos comprender el deterioro orgánico de una persona, e incluso la muerte por una sobre dosis.
El mecanismo de la adicción no se limita exclusivamente al consumo de drogas, y se puede extrapolar a otras conductas, como el juego patológico, la conducta sexual compulsiva, la búsqueda de experiencias de alto riesgo, como carreras clandestinas, e incluso conductas delictuales que proporcionen un alto grado de estimulación. Podemos identificar que las drogas, el alcohol, el juego patológico, u otra forma de conducta adictiva, no son la fuente real del problema. Sino un medio para la satisfacción de una necesidad. Y esta necesidad, generalmente surge en función de un proceso o conflicto no resuelto por el individuo. Un sufrimiento emocional, un conflicto que se arrastra y que muchas veces, no se visibiliza por completo. No es posible establecer una sola causa, o generalizar el origen de una adicción. Porque el desarrollo de la personalidad ocurre en función de factores genéticos (el temperamento), sociales (la formación del carácter, por medio de la socialización) y las experiencias vividas por la persona y su interacción con otros, a través del tiempo. Sin perjuicio de lo anterior, la intervención y tratamiento de las adicciones, debe ser enmarcada desde un locus de control interno, donde el foco de atención estará puesto en la personalidad del paciente, y en los factores de riesgo que inciden en la conducta adictiva. El no tratamiento de esta enfermedad, puede conllevar efectos negativos en la salud física y mental de la persona, en su vida social y en algunos casos, en el ámbito legal. Porque la adicción, al tener su origen en una necesidad del organismo a nivel cerebral, supera en muchos casos el ejercicio de la voluntad. Siendo habitual que la persona, pese a sus intentos de cambiar, no consiga resultados. Generando sistemáticamente estados de frustración, melancolía o agresividad, y percibiendo la ausencia de recursos de afrontamiento personales. Lo que además, va deteriorando progresivamente su autoestima.
Un tratamiento en psicoterapia, puede facilitar un proceso de cambio en el sujeto en función del patrón adictivo, disminuyendo la probabilidad de riesgo y gestionando estrategias de prevención, de futuras recaídas.
PS. Pablo Aguilera Sarno.