Expresar las emociones como surgen, de manera natural, muchas veces no es del todo aceptado, no miramos con los mejores ojos a un niño o niña haciendo una pataleta, menos a sus cuidadores, o nos sorprendemos cuando una persona nos responde que no está bien, ante el clásico y automático, “¿cómo estás?”.
Si bien las emociones son las mismas en hombres y mujeres, la realidad es que tendemos a percibirlas y expresarlas de manera distinta lo que principalmente es mediado por el hecho que nos enseñan a vivir la vida de manera diferente. Las mujeres estamos diseñadas para ser más sensibles a lo que nos rodea, estando normalizado el hecho que nos sea más común o incluso fácil, la expresión la expresión de emociones pasivas, tales como la tristeza y la culpa, es así que culturalmente, la ira, como expresión afectiva extrovertida, ha sido una emoción censurada, siendo considerada como peligrosa, atribuyéndose a lo masculino. Ahora, ¿qué es lo que nos impacta cuando una mujer responde desde la rabia o la ira? Justamente eso, el peso desestabilizador de la ira femenina, sobre todo cuando las mujeres estamos asociadas a lo maternal, a la protección, al cuidado y resguardo de los hijos, existiendo para nosotras una presión implícita por contenernos, suprimir nuestro enojo, contener nuestras ganas de llorar, lo que en muchos casos genera consecuencias en nuestra salud mental.
Ahora bien, ¿es negativo expresar lo que sentimos? Claro que no, que no sea lo esperable, no quiere decir que esté mal, la rabia al ocurrir una infidelidad es completamente esperable principalmente por el hecho de sentir que el otro ha quebrado la confianza, incluso llegando a sentir culpa y a cuestionarse que fue lo que hice mal para que el otro me haya hecho esto. El aceptar que una infidelidad ha ocurrido, ya sea que la pareja siga junta o se separe es un proceso de idas y venidas, donde no existe solamente una alternativa y dependerá de los recursos emocionales de cada uno de los involucrados.
Sobre separaciones y divorcios, desde la terapia familiar, cuando se ha instalado una dinámica destructiva entre ambas partes, es muy difícil salir sin ayuda profesional, debido a que las peleas se convierten en el principal estilo comunicacional en donde la relación se puede envolver en una dinámica que busca una y otra vez recuperar o lograr la posición de “dignidad” perdida ante el otro. Por otra parte, desde la experiencia clínica, se evidencia cada vez más como las parejas buscan instancias para hablar y reflexionar respecto de su relación, abriendo espacios de conversación y construcción de un lenguaje propio en torno a la fidelidad y otras temáticas.